sábado, 28 de marzo de 2015

Para no olvidar

“El camino del héroe es un camino solitario”

Mi abuelo solía decir eso mucho.

Es raro, porque nunca me he considerado un héroe como tal. Para eso tenemos a los bomberos, a los buenos policías, a los ciudadanos de a pie que día a día hacen de este, un lugar mejor. Ellos son héroes.

Con familias, con sueños, con metas y objetivos por alcanzar. Personas que se muestran tal cual son ante el resto, sabiendo que hacen una diferencia con sus pequeñas buenas acciones.

Siendo así, ¿cómo podría yo ser un héroe?

Y sin embargo, he elegido un camino solitario.

Irónico, ¿no?

Han sucedido tantas cosas y han sucedido en apenas una semana, que me sigue pareciendo increíble como los momentos cambian y varían sin ninguna contemplación, sin preguntarnos si estábamos listos, siquiera si podríamos con todo. Es raro porque justo al cumplirse una semana de una serie de eventos, se cumple un mes de una serie de otros. Los tiempos cuadran, solo que no nos dimos cuenta que no estábamos listos ni para uno ni para otro.

Yo no estaba listo.

Para darme cuenta de esto, tuve que morir, resucitar, reflexionar y decidir.

Morí y vi mis miedos hacerse realidad, me enfrenté al fracaso, al olvido y a la resignación y creo que las vencí, puesto que estoy escribiendo esto, ¿cierto?

Resucité, reviví y me reconfiguré en un ser que desprecio, pero que necesito. En un ser que ha tomado tantas cosas de mí y sin mi permiso, que muchos se preguntan por qué se lo permito. Para que yo pudiera vivir la vida que me corresponde, él tenía que morir. Pero para que aquellos que me han demostrado lo valiosa que es la vida puedan vivir tranquilos, tenía que hacerlo yo.

Reflexioné y me vi cara a cara con mi conciencia y mis fantasmas del pasado. Ella me dijo que no lo hiciera y fue la única vez en la que tuve que verla y decirle “Esta vez no puedo escucharte”

¿Por qué insistes en alejarte de las personas a las que les importas?”

¿Complicado? No lo creo, puesto que escriba lo que escriba, diga lo que diga o haga lo que haga, nada va a cambiar lo que ya está hecho. Las cosas que fueron dichas y escritas, ya han quedado plasmadas en los corazones.

¿Cómo luchas entonces contra todos esos sentimientos, contra todos esos buenos recuerdos? ¿Te pones una máscara y los entierras en el fondo de tu ser, deseando que esta noche puedas ser un poco más fuerte que la anterior y no tengas que añorar una vida que pudo ser tuya pero que rechazaste?

El camino del héroe es un camino solitario, quizás mi abuelo tenía razón. Quizás un héroe deba estar solo, al fin y al cabo, son aquellos enemigos, esas personas crueles y malvadas las que apuntarán, no al héroe, sino a sus seres queridos. Siempre es así, porque el daño se multiplica en niveles exponencialmente altos. ¿Es justo entonces que otras personas tengan que pagar las consecuencias de las acciones que uno eligió?

No, como tampoco es justo que tengan que cargar el peso de la responsabilidad que no es suya, pero prestada. Que solo causa dolor.

Es interesante esto del dolor, puesto que te hace reflexionar acerca de tus límites. Y también te hace considerar cuando es recomendable cruzarlos.

El problema parece ser que a veces, ni siquiera cruzando tus propios límites, es suficiente.

Hoy tomé una decisión incorrecta. Lo sabía desde el momento en que se concibió en mi mente, sabía que no era la mejor decisión, puesto que no se me presentaban las mejores alternativas.

Acción errada que te lleva a decisión incorrecta. Así es como funciona.

No voy a morir, ya he pasado por eso. Fea experiencia, no la recomiendo. Por lo que tendré el resto de mi vida para preguntarme “¿Qué hubiera pasado si…?”.

No soy un héroe, pero he elegido el camino solitario. Y no quisiera ser malinterpretado aquí. Lo he elegido no porque no existan personas dispuestas a recorrer mi camino conmigo, me ha quedado bastante claro que hay muchas que pondrían un hombro solo por verme sonreír.

Lo escogí porque no puedo, ni consciente ni inconscientemente, someter a nadie al continuo dolor, preocupación y pánico que implica mi vida a este momento. He visto las consecuencias de primera mano, he visto el terror de pensar que el final llegó. No en mis ojos, eso es peor. He tenido que enfrentarme al hecho de saber que de no estar aquí, el dolor se llevaría a las personas que quiero.

Y eso me lleva a elegir cortar mis vínculos. Porque la persona que debe estar a mi lado es un ideal, una utopía de fuerza y confianza. Tal y como un agujero negro. Lo conocemos teóricamente, pero nunca hemos visto uno en la vida.

Lamentablemente, dicha persona no ha sido creada.

Yo no soy una máscara, no soy un sobrenombre, no soy un héroe ni un justiciero que busca enmendar y reparar sus pecados pasados.

Soy solo un hombre que intenta hacer de este lugar un mejor sitio. ¿Es esto algo mejor? Probablemente, no. Lo más seguro es que no, pero tengo que aceptarlo, porque a veces es mejor aceptar lo que tenemos y no lo que merecemos, sino podríamos pasarnos toda la vida esperando algo que nunca llegará.

Un viejo “amigo” que ahora ya no está me dijo alguna vez que las personas como yo no tenemos esperanza, que no debíamos creer a las personas que nos decían cosas “bonitas y positivas” sobre nosotros, porque en el fondo somos malas personas, que han hecho daño y que están condenadas por su pasado.

Ahora sé que mi pasado no define quien soy hoy, y eso me hace libre de decidir.

Lastimosamente, mis opciones para decidir nunca han sido las mejores.

Nunca quise hacer parte de este mundo a nadie, pero las circunstancias me obligaban desesperadamente a buscar un poco llenar el vacío que tengo en mi interior, a través de la confianza, a través de una palabra de apoyo, a través de un poco del cariño que me pudo faltar.

Cuando me daba cuenta de la magnitud de lo que generaba, del dolor al que estaba exponiendo a la gente que me importaba, ya era tarde.

Claro…a veces exponerse y mostrarse vulnerable puede acabar con tu vida, ¿cierto? Es por eso que ese poder debe quedarse en tus manos, para que seas tú y solo tú el que decida cómo termina. Y ni siquiera así será suficiente, porque a veces el final no satisface a todo el mundo.

No importa ya, no volveré a cometer el mismo… ¿error? ¿Puedo llamar error a aquellos vínculos que me dieron esperanza, alegría y una razón para seguir en determinado momento? No, no es justo. Por eso escribo esto, para cuando sienta las fuerzas faltarme, recordarme a mí mismo que esta fue mi decisión y que debo vivir con ella y asumir las consecuencias.

Esta es mi cruz, este es mi “don”. Este es ese “algo mejor” que me toca y si no lo es…pues me corresponde a mí convertirlo en ello.

Hoy me miraré al espejo, tratando de comprender un poco el dolor y el vacío del hombre que me devolverá la mirada a través de él.

Luego, me sacaré la máscara de chico normal “con tribulaciones, miedos, angustias, deseos de año nuevo que espera cumplir y todas esas cosas”, me despojaré un poco de los sentimientos, aunque esto me arranque la carne de los huesos. Y justo antes de volver a interpretar el papel que me ha tocado en esta tragedia, pensaré en ti, en ustedes, en nosotros, en todos. En los que ya no están, en los que estuvieron y abandonaron el barco, en los que obligué, amable y no tan amablemente, a bajarse. Supongo que el capitán siempre se hunde con su nave, ¿no?

“Sí de alguna manera astral o del más allá puedes escucharme, te quiero. Sé que siempre lo repito, pero nunca es tarde…quizás algún día nos podamos volver a encontrar”

Luego, seré él otra vez.

El “héroe” que eligió su camino solitario. El único responsable. Aquel que puede ser el malo de la historia. Aquel que sigue buscando su final. Ese hombre que te cuidará y pensará en ti mientras se apodera de los tejados ajenos, mientras le da la espalda a la normalidad, a la felicidad y a cuanta esperanza haya podido existir en un día como hoy, al que se le debe guardar respeto.


Sombra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario