Sucede que a veces no puedo
evitar esa sensación de que haga lo que haga, nunca será suficiente.
Siempre he vivido la situación
desde una sola perspectiva, siempre he sido el hombre que engaña a la noche y
le roba un poco de esperanza para regresar a escondidas por las mañanas. Al principio
era divertido, la adrenalina de lo desconocido, el impulso de ir hacia donde
otros no han ido y la libertad de lo que no está permitido.
Pero por sobre todo, el secreto
que guardar.
Recuerdo aquel tiempo en el que
esto era un secreto oscuro, un secreto que era mejor guardar recelosamente,
puesto que si se revelaba, dejaría libres numerosas pestes, cual caja de Pandora.
Por eso comencé a usar una máscara sobre mi rostro. Porque estaba convencido de
que nadie estaba listo para una revelación de semejante magnitud.
Que él y yo éramos la misma
persona…o que no éramos ninguna, al fin y al cabo.
Porque una se configuraba como la
perfecta negación de la otra.
Luego comenzaron a aparecer
personas importantes en mi vida, pero solo podía permitirles involucrarse hasta
cierto punto. A partir de ahí comenzaban las preguntas ¿Por qué siempre estás
tan cansado? ¿De dónde salen esas enormes ojeras? ¿Qué hiciste anoche? ¿Por qué
tienes la cara golpeada?
Nunca he sido bueno poniendo
excusas, aun cuando por la vida que he llevado, debería ser un maestro de las
mentiras.
Hasta hoy tengo en la memoria la
noche aquella en la que la primera persona ajena al mundo en el que me muevo
supo quién era en realidad. No puedo olvidar su expresión de pánico, angustia y
desconcierto. Su mirada perdida y su pecho agitado. Su tono de voz alarmado al
preguntar por qué seguía haciendo cosas como esta.
Su expresión decepcionada al
saber que seguiría haciéndolas.
Y así, la lista fue creciendo en
número. Las reacciones fueron diversas, algunas personas prefirieron alejarse
por sí mismas, otras nunca descubrieron como es que me perdieron de sus vidas.
Algunas entendieron que era por su propio bienestar. O quizás simplemente era
que no podía aguantar el hecho de que revelar algo como esto acabe con todo lo
demás.
Es curioso, una vez que la gente
sabe quién soy en realidad, parece preocuparse súbitamente más por lo que me
suceda. No los juzgo, lo que hago es peligroso. Pero no sé…a veces me gustaría
sentir que es el hombre debajo de la máscara el que importa un poco más que
toda esta vida que, en su momento, estúpidamente escogí.
Yo soy Sombra y, al mismo tiempo,
no lo soy. Soy simplemente un chico asustado que se pone una máscara para
escapar de la cotidianeidad de su vida, para esconder miedos que por sí solos
me atormentarían, para enfrentar rechazos que me derrumbarían.
Una máscara condena mi vida y es
también la que une mis piezas y me configura en un ser que puede trascender.
Pero que también puede perderlo
todo.
Antes hacía esto convencido de
que lo arriesgaba todo porque no tenía nada que perder. Ahora, en cambio, ya no
estoy tan seguro.
Y es que resulta tan tonto pensar
que puedes perder algo que nunca fue tuyo, pero aun así, temo y me duele dejar
a las personas que me importan temiendo lo peor por mí.
Trato de no pensar en ello
mientras doy un salto, o mientras estoy frente a frente con alguien que ha
estado a punto de hacer daño gratuitamente, pero no puedo evitarlo.
Ni siquiera una máscara puede
evitar que a veces las fuerzas me falten.
Esta noche salgo de nuevo, una
vez más. Estoy cansado, mi cuerpo está lastimado y mi corazón se siente olvidado.
Esta noche me pondré una máscara para tratar de sentir que las fuerzas que tengo
serán suficientes para luchar.
Pero a la distancia, sé que habrá
corazones latiendo con preocupación por el tipo extraño que sale a apoderarse
de los techos ajenos.
Y así, sintoniza tus latidos con
la frecuencia del dolor. Luego, escucha.
En el firmamento, alguien tal vez elevará
una oración por mi seguridad, mientras que otra persona derramará quizás una
solitaria lágrima esperando a aquel hombre, el hombre que cae por ser merecedor
de algo mejor.
El hombre que mañana no será
Sombra.
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