miércoles, 18 de marzo de 2015

Crónicas de Nuevo Año - La Reunión

-¡Qué bueno que llegó, señor Sombra!

Modales. Hasta ahora encuentro incómodamente extraño que gente como esta tenga cierta clase de respeto, hasta temor, por alguien como yo.

Un tipo que entra en una reunión a la que no fue invitado, vestido lo más informal posible y usando una máscara que le cubre el rostro.

Sí, ironías de la vida.

Ahora, hay ironías de la vida y luego está mi vida, que parece ser una ironía de por sí.

Observo alrededor, cuatro hombres examinándome atentamente, como si quisieran desentrañarme con sus ojos, comprender que puede tener un tipo como yo que lo convierte en necesario, casi imprescindible para unos tipos como ellos.

Tipos que si bien lo quisieran podrían matarme en este preciso instante.

-Bien, alguien dejó un detalle en la puerta de mi contacto hoy – la tranquilidad de mi voz me sorprende. Claro, en el colmo de lo para nada lógico, me pongo nervioso en circunstancias totalmente cotidianas, pero aquí parezco un témpano de hielo controlando mis emociones.

-Era para recordarte que puede pasar – dice uno de ellos, debe tener entre 45 y 50 años, las entradas en su frente lo delatan, pero son los pocos cabellos mal peinados los que me hacen dar cuenta de que lleva en esto más de lo que yo quisiera.

-No es necesario que me lo recuerden, conozco bien el significado de…esa señal en particular.

-Bien, pues entonces ha hecho bien al venir hoy, señor Sombra.

-El señor Sombra era mi padre, yo soy solo Sombra – Estúpido, ni siquiera en tu lecho de muerte vas a dejar de bromear.

Alguien suelta una risita ahogada.

“No presiones a la suerte”

Bueno, ya iba siendo hora, ¿no, Delia?

Silencio sepulcral, hasta que alguien decide ignorar completamente mi comentario y proseguir.

-Creo que ya has conocido a nuestro amigo Velarde, ¿cierto? – la pregunta viene de aquel sentado al centro, al que conocen como “Papo”

-Sí, encantador tipo… ¿les he contado que tiene un fetiche con las baterías de carros? No me pregunten como lo sé, solo lo sé – Sucede que cuando empiezo a ponerme nervioso, no puedo dejar de hablar, ¿lo peor? Que solo digo incongruencias – Fea experiencia, no la recomiendo.

Nuevamente deciden ignorar mi comentario y tan solo limitarse a decir lo que deben.

-Bueno, como sabes, ya habíamos hecho esto con tu amigo Jorge – Su referencia me dolió en el vacío donde se supondría que debería estar mi corazón – Ahora, quiero aclararte que lo que pasó aquella vez no tuvo nada que ver contigo ni contra ti.

-¿Te refieres al hecho de dejarme solo y permitir que fuera golpeado y maniatado incluso después del trato que teníamos? – siento mi voz endurecerse tan solo de recordar esa noche – No, no hay resentimientos, viejo. Descuida…me pasa todo el tiempo.

-¡Sabíamos que querías doblarnos, huevón! – El más pequeño de los presentes se pone de pie, violentamente, golpeando la mesa al soltar su frase - ¡Te querías tirar para atrás como la rata cobarde con máscara que eres!

Lo contemplo con interés, esperando el siguiente movimiento. Llevo una mano a mi cintura, cuidando que no lo vayan a notar. Me pediste que no presione a la suerte, Delia. Bueno, este soy yo, forzándola a cooperar.

“Quiero que pienses siempre en la salida más inteligente. Golpear y hacer daño lo puede hacer cualquiera, ¿Qué puedes hacer diferente tú?”

Maldición, Delia ¿por qué no me dejas disfrutar esto tan solo un momento?

Rechazo este pensamiento apenas lo concibo, se parece demasiado a mi yo adolescente.

-Yo no iba a doblar a nadie, Pirro – le infundo serenidad a mi voz – Cumplí con mi parte del acuerdo, pero no pretendía convertirme en algo que nunca he sido. Lo único que les pedí fue que nadie matase a Jorge. En todo caso no fui yo quien rompió nuestro trato.

-Mírate, Sombra – esta vez es el calvo el que se vuelve a dirigir a mí – Eres joven, sabes lo que haces, lo haces bien, ¿por qué desperdiciar una oportunidad así?

Aun con los inexpresivos ojos de mi máscara, él sabe que lo estoy mirando, interesado. Y prosigue.

-Nadie aquí quiere a Velarde, no queremos tipos que han estado del otro lado, ¿entiendes? Por eso necesitamos alguien que haya estado en esto lo suficiente como para saber qué hacer.

-¿Qué te hace pensar que yo soy ese alguien? – Mi pregunta es válida, puesto que hasta ahora tampoco logro comprender sus razones.

-Las razones no importan, lo que interesa es saber si estás dentro o fuera.

“Siempre va a haber una razón para seguir hacia adelante”

Delia, ahora no, cariño…necesito concentrarme.

-¿Y se supone que tengo que decidir, verdad?

-No – Esta vez es el Silencioso quien se dirige hacia mí, desde el fondo de su asiento – Tú no decides nada aquí. Tú solo cooperas. Ya sabes cómo funcionan estas cosas, chico. Si estás dentro, pues estás dentro y si estás fuera, no estás.

-Ustedes sí que tienen un poder de convencimiento genial, ¿lo sabían? – Me resignó a saber que soy un payaso inoportuno.

-Piénsalo muchacho, ¿qué tienes que perder? Tienes futuro, tienes visión, tienes las agallas. Te estamos ofreciendo algo que muchos morirían por tener – El calvo se vuelve a dirigir a mí – ¿No estás cansado de tu estúpida rutina de todas las noches? Esto es algo mejor, definitivamente.

“Algo mejor”

De repente me encuentro a kilómetros de aquella reunión, esa misma tarde.

-¿No te has puesto a pensar que tú también te mereces algo mejor?

-¿Y eres tú algo mejor?

La pregunta se arrancó de mis labios casi instintivamente, como si tuviera vida propia. No caí en la cuenta de su significado hasta que ya la había dejado flotando en el aire. El silencio que prosiguió no hizo más que confirmarme lo que yo ya sabía.

Ella era algo mejor, solo que tal vez no para mí”

-Por lo menos puedo tomarme un tiempo para pensarlo, ¿no?

-Esto va a suceder pronto, chico – El Silencioso clavó una mirada desafiante sobre mí, como si estuviera retándome – El próximo feriado largo será el último de Velarde y su gente. Nadie quiere esperar más tiempo en vano.

-¿Semana Santa? ¿Es que acaso no tienen algo de respeto? – Encuentro mi queja algo ridícula, teniendo en cuenta que estoy rodeado de asesinos y delincuentes.

Un coro de carcajadas resuena dentro de la habitación. Ni siquiera el Silencioso puede contenerse ante la ingenuidad de mi reclamo.

El Silencioso, todavía guardo recuerdos de aquel hombre. Era quien estaba a cargo de todo, años atrás, cuando apenas este mundo de maldad se abría ante mí, deslumbrándome. Recuerdo haberlo visto un par de veces, cuando todo esto era tan divertido que no necesitaba una máscara para proteger mi dignidad o mi vida. “Ese chico tiene huevos”, le había escuchado decir alguna vez. Aquella noche, fue lo primero que conté en la mesa.

“-Y luego me miró y dijo que tenía huevos – Mis manos enfatizaban mis palabras, buscando sorprender a mi audiencia mientras sentía en mi rostro una idiota sonrisa de oreja a oreja.

Jorge me miraba, anonadado. Su boca estaba entreabierta y sus ojos, expectantes.

-¿Te hace mucha gracia que un delincuente piense eso de ti?

Fue su voz la que me sacó del trance en el que me encontraba.

-Pero… - No pude hacer más que balbucear – Es que él está a cargo de todo, es importante.

-Es un delincuente, ¿eso es lo que tú quieres para ti? – Sus ojos me miraron con severidad.

-No – agaché la cabeza, avergonzado

-¿Y qué es lo que quieres para ti, entonces?

-No lo sé, Delia…no lo sé.”

De alguna extraña forma, podría decirse que el Silencioso sabía quién era debajo de la máscara, solo que no había asociado que aquel chiquillo intrépido y el enmascarado desafiante que tenía hoy frente a él fueran la misma persona.

-Tienes tres días – Fue aquel mismo personaje del pasado el que me apagó los recuerdos – Ya sabes, estás con nosotros o contra nosotros. Pero si eliges esto último, sabes cómo se acaba.

Paseé mis ojos por aquellos personajes por última vez, todos me miraban con burla, convencidos de que no tendría otra opción.

El problema es que conociendo lo terco que puedo resultar, siempre habrá otra opción.

Me dirigí a la puerta, sintiendo la tormenta por llegar.

Siempre me había preguntado cada noche, si es que aquella sería la última. Si es que todo se acabaría de una manera trágica y despiadada. Una bala atravesándome, un cuchillo incrustándoseme, una paliza mortal, un mal salto, un pésimo cálculo, una caída estrepitosa. Tantas formas de morir y solo un sujeto para probarlas todas.

Sin embargo en aquel momento lo supe. No sería ninguna de aquellas con las que había fantaseado por años.


Sería la decisión que tomé ahora la que me costaría la vida. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario