viernes, 13 de marzo de 2015

Crónicas de Nuevo Año: Una noche cualquiera.

Sucede mucho que mis fronteras no estén bien definidas.

Momentos en los que no sé qué hacer con los sentimientos del hombre debajo de la máscara y estos nublan mi capacidad de concentrarme en el aquí y ahora.

Lo cual me puede costar la vida.

-¡Maldito imbécil! ¿Quieres jodernos la vida? – El grito exasperado del hombre que se aferra a mi pierna me saca de cualquier tribulación interna.

¡Ah, sí! ¿No lo había mencionado? Me encuentro colgando a casi treinta metros de una viga que puede romperse en cualquier momento y sí, por si se lo estaban preguntando, sí podría ser peor.

Siempre puede ser peor.

Pero el tema no es ese, pues bien…quizás te estés preguntando cómo rayos fue que llegué a parar a esta situación. La respuesta a esa interrogante es condenadamente simple.

Soy estúpido.

O mejor dicho, el hombre debajo de esta máscara lo es.

Me sucede mucho que pienso en él y en mí como entidades separadas, como dos polos opuestos que luchan por controlar una existencia que ninguna de los dos tienen asegurada. Y vivimos así, en una constante batalla. Sus sentimientos contra mis influencias, su dolor contra mi capacidad de evitar el daño.

Sus pérdidas contra mis pecados. Aunque unas sean la consecuencia directa de las otras.

O quizás simplemente es que no estoy listo para reconocer que la misma persona pueda tener ángulos tan brutalmente distintos entre sí.

Es decir, ¿quién imaginaría al chico bueno poeta saltando de techo en techo por las noches, con nada más que 5 cuchillas amarradas a su cintura? Es bastante inverosímil. Cualquiera pensaría que es una genial historia ficticia sacada de la imaginación inagotable de un tipo que sueña con personajes que mueren trágicamente solo para satisfacer cierto anhelo creativo.

No sabes lo que daría para que fuese así. Para que se tratase tan solo de una ficción mal guionizada.

-¿En qué mier** estás pensando, chico? ¡Nos vas a matar a ambos! – El barbudo insiste en que salve su vida. Lo que no sabe es que la mía ya está perdida.

-¿Sabías que gritar más fuerte no va a hacer que no caigamos, verdad? – Trato de aplicar la lógica y el razonamiento. Sí, claro…y cuando realmente debería aplicarlos, están de vacaciones.

¿Por qué sigo haciendo esto?

Me lo he preguntado millones de veces, billones…infinitas veces. La respuesta sigue siendo la misma. Ahí afuera siempre hay alguien que puede necesitarlo y en vista de que siempre fue tan sencillo hacer daño, ¿cómo reparas ese daño?

¿Ayudando a otros por el resto de tu vida? ¿Evitando esquemas de maldad organizada más grandes y complejos que tú y tu miserable doble vida?

“Mientras haya algo que puedas hacer y no lo hagas, ¿crees que eso te hace más digno?”

Su voz resuena en mi cabeza como un eco lejano que me gustaría alcanzar. Clara, nítida y con todas las tonalidades respectivas. Como en esos momentos en los que bastaba tan solo con intercambiar miradas para que conocieras los verdaderos colores de mi alma. Para que juntases todos mis pedazos y me convencieras de que ahí afuera había algo mejor esperándome.

¿Por qué, Delia?

-¡Auxilio! ¡Ayuda! – La desesperación del barbudo comienza a fastidiarme.

Tuve que perderte para comprender la magnitud de lo que se imponía ante mí. Yo no pude verlo antes, era tan solo un adolescente irresponsable que hacía cosas por llevar la contra a los demás. Era tan solo un niño asustado, que necesitaba una vía de escape para todo ese miedo, para todo ese pánico, para todo ese dolor.

Si tan solo en ese tiempo hubiera conocido la literatura, quizás todo sería distinto ahora.

“¿Eres tú un luchador o eres de esos que se acobardan cuando las cosas se ponen difíciles?”

Bueno, soy un tipo que está colgando a casi treinta metros de una viga que puede romperse en este preciso instante, así que optaré por la primera.

Soy un luchador. Al menos eso creo.

Por esta noche me vendría bien serlo. Aunque muchas otras no sepa ni tenga una aproximación a qué demonios soy, somos o cualquier conjugación posible del verbo ser.

“No porque quieras parecer misterioso y complicado significa que lo seas, niño”

Siempre supiste exactamente que decir y siempre lo decías en el momento indicado. Por eso es que extraño esas noches en las que una taza de cocoa y un pan con mermelada eran una inyección de moral suficiente que me permitía encarar los retos nocturnos con un poco más de optimismo.

-¡Alguien ayúdeme, por favor! ¡Nos estamos cayendo!

-Por favor, deja de gritar. Estoy intentando pensar.

-¡PENSAR UN CARAJO! ¡TÚ QUERRÁS MORIRTE, PERO YO NO!

“¿Alguna vez has pensado en acabar con tu vida?

Puedo decirte con total y absoluta sinceridad, que no. Nunca lo he considerado.

Y aun así, aquí estoy. Pero ya hablando en serio… ¿me las he visto peores, no?

¡Oh, sí! ¿Recuerdas aquella vez…?

Decido que ya estuvo de pensar y pasemos mejor a ayudar al barbudo.

-Bueno, se acabó el show. Ahora nos vamos – trato de ser bromista y solo recibo una expresión aterrada.


Yo no soy fuerte, pero soy un luchador. Este camino prestado lo vengo recorriendo hace más de 10 años y si algo me ha enseñado es a aprovechar tus cualidades.

Bueno, ciertas habilidades. Porque si hablamos del canto, la poesía o la literatura, ya hubiera muerto hace mucho.

-¡Sujétate de mis piernas!

Me balanceo lo más fuerte que puedo, mis brazos están a punto de fallarme. ¡Maldita sea la flojera por no dejarme ir nunca a un gimnasio!

Yo no soy fuerte, pero soy un luchador.

Aun cuando me puedes golpear con todo lo que tengas, siempre me voy a levantar.

Me las he visto en peores situaciones. Incendios, decepciones, rechazos, friendzone, todos combinados o en combinaciones de dolor radicalmente nuevas.

Siento mi columna doblarse, mis codos hacen un intento sobrehumano para no romperse. Creo que todas mis articulaciones acaban de crujir en una ópera estremecedora.

Varias imágenes en mi cabeza como destellos. Mi amigo tendido durmiendo en una camilla, Beatriz hablándome sobre como nunca más quiere volver a atenderme pasadas las 12 de la medianoche y en un estado más que deplorable. Yo, en casa, soltando un grito desgarrador desde el fondo de mi ser. Aquel mensaje copiado, aquel sentimiento muerto, aquel amigo perdido.

“No te alejes, por favor”

Maldición, esa no eres tú, Delia.

Solo un poco más…brazos, no me fallen ahora. Un último esfuerzo, un balanceo y luego, otro más.

Un golpe sordo, el impacto de un cuerpo contra el piso. El barbudo se pone de pie, rápidamente, atontado, asustado, me mira directamente. Lo veo a través de la máscara.

No va a ayudarme. Debí haberlo sabido.

Se aleja corriendo como si hubiera visto un fantasma y me encuentro ahí, colgando. Con los sentimientos desbordando mi pecho queriendo aventarse en una caída mortal.

Bueno, ya que…tampoco es que vaya a vivir tanto. 

Me dejo caer, y el vértigo me recuerda lo que sentí aquel día mientras contabilizaba los 20 minutos que faltaban para ver una película de la que ni siquiera recuerdo el nombre. 

Esto es lo que soy, el hombre que cae, el hombre que se avienta al vacío solo por ser un poco más digno, por ser un poco más merecedor de algo mejor. 

Yo soy Sombra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario