“El camino del héroe es un camino solitario”
Mi abuelo solía
decir eso mucho.
Es raro, porque
nunca me he considerado un héroe como tal. Para eso tenemos a los bomberos, a
los buenos policías, a los ciudadanos de a pie que día a día hacen de este, un
lugar mejor. Ellos son héroes.
Con familias,
con sueños, con metas y objetivos por alcanzar. Personas que se muestran tal
cual son ante el resto, sabiendo que hacen una diferencia con sus pequeñas
buenas acciones.
Siendo así,
¿cómo podría yo ser un héroe?
Y sin embargo,
he elegido un camino solitario.
Irónico, ¿no?
Han sucedido
tantas cosas y han sucedido en apenas una semana, que me sigue pareciendo
increíble como los momentos cambian y varían sin ninguna contemplación, sin
preguntarnos si estábamos listos, siquiera si podríamos con todo. Es raro
porque justo al cumplirse una semana de una serie de eventos, se cumple un mes
de una serie de otros. Los tiempos cuadran, solo que no nos dimos cuenta que no
estábamos listos ni para uno ni para otro.
Yo no estaba
listo.
Para darme
cuenta de esto, tuve que morir, resucitar, reflexionar y decidir.
Morí y vi mis
miedos hacerse realidad, me enfrenté al fracaso, al olvido y a la resignación y
creo que las vencí, puesto que estoy escribiendo esto, ¿cierto?
Resucité, reviví
y me reconfiguré en un ser que desprecio, pero que necesito. En un ser que ha
tomado tantas cosas de mí y sin mi permiso, que muchos se preguntan por qué se
lo permito. Para que yo pudiera vivir la vida que me corresponde, él tenía que
morir. Pero para que aquellos que me han demostrado lo valiosa que es la vida
puedan vivir tranquilos, tenía que hacerlo yo.
Reflexioné y me
vi cara a cara con mi conciencia y mis fantasmas del pasado. Ella me dijo que
no lo hiciera y fue la única vez en la que tuve que verla y decirle “Esta vez
no puedo escucharte”
“¿Por qué insistes en alejarte de las
personas a las que les importas?”
¿Complicado? No
lo creo, puesto que escriba lo que escriba, diga lo que diga o haga lo que
haga, nada va a cambiar lo que ya está hecho. Las cosas que fueron dichas y
escritas, ya han quedado plasmadas en los corazones.
¿Cómo luchas entonces
contra todos esos sentimientos, contra todos esos buenos recuerdos? ¿Te pones
una máscara y los entierras en el fondo de tu ser, deseando que esta noche
puedas ser un poco más fuerte que la anterior y no tengas que añorar una vida
que pudo ser tuya pero que rechazaste?
El camino del
héroe es un camino solitario, quizás mi abuelo tenía razón. Quizás un héroe
deba estar solo, al fin y al cabo, son aquellos enemigos, esas personas crueles
y malvadas las que apuntarán, no al héroe, sino a sus seres queridos. Siempre
es así, porque el daño se multiplica en niveles exponencialmente altos. ¿Es
justo entonces que otras personas tengan que pagar las consecuencias de las
acciones que uno eligió?
No, como tampoco
es justo que tengan que cargar el peso de la responsabilidad que no es suya,
pero prestada. Que solo causa dolor.
Es interesante
esto del dolor, puesto que te hace reflexionar acerca de tus límites. Y también
te hace considerar cuando es recomendable cruzarlos.
El problema
parece ser que a veces, ni siquiera cruzando tus propios límites, es
suficiente.
Hoy tomé una
decisión incorrecta. Lo sabía desde el momento en que se concibió en mi mente,
sabía que no era la mejor decisión, puesto que no se me presentaban las mejores
alternativas.
Acción errada
que te lleva a decisión incorrecta. Así es como funciona.
No voy a morir,
ya he pasado por eso. Fea experiencia, no la recomiendo. Por lo que tendré el
resto de mi vida para preguntarme “¿Qué hubiera pasado si…?”.
No soy un héroe,
pero he elegido el camino solitario. Y no quisiera ser malinterpretado aquí. Lo
he elegido no porque no existan personas dispuestas a recorrer mi camino
conmigo, me ha quedado bastante claro que hay muchas que pondrían un hombro
solo por verme sonreír.
Lo escogí porque
no puedo, ni consciente ni inconscientemente, someter a nadie al continuo
dolor, preocupación y pánico que implica mi vida a este momento. He visto las consecuencias
de primera mano, he visto el terror de pensar que el final llegó. No en mis
ojos, eso es peor. He tenido que enfrentarme al hecho de saber que de no estar
aquí, el dolor se llevaría a las personas que quiero.
Y eso me lleva a
elegir cortar mis vínculos. Porque la persona que debe estar a mi lado es un
ideal, una utopía de fuerza y confianza. Tal y como un agujero negro. Lo
conocemos teóricamente, pero nunca hemos visto uno en la vida.
Lamentablemente,
dicha persona no ha sido creada.
Yo no soy una
máscara, no soy un sobrenombre, no soy un héroe ni un justiciero que busca
enmendar y reparar sus pecados pasados.
Soy solo un
hombre que intenta hacer de este lugar un mejor sitio. ¿Es esto algo mejor?
Probablemente, no. Lo más seguro es que no, pero tengo que aceptarlo, porque a
veces es mejor aceptar lo que tenemos y no lo que merecemos, sino podríamos
pasarnos toda la vida esperando algo que nunca llegará.
Un viejo “amigo”
que ahora ya no está me dijo alguna vez que las personas como yo no tenemos
esperanza, que no debíamos creer a las personas que nos decían cosas “bonitas y
positivas” sobre nosotros, porque en el fondo somos malas personas, que han
hecho daño y que están condenadas por su pasado.
Ahora sé que mi
pasado no define quien soy hoy, y eso me hace libre de decidir.
Lastimosamente,
mis opciones para decidir nunca han sido las mejores.
Nunca quise
hacer parte de este mundo a nadie, pero las circunstancias me obligaban
desesperadamente a buscar un poco llenar el vacío que tengo en mi interior, a
través de la confianza, a través de una palabra de apoyo, a través de un poco del
cariño que me pudo faltar.
Cuando me daba
cuenta de la magnitud de lo que generaba, del dolor al que estaba exponiendo a
la gente que me importaba, ya era tarde.
Claro…a veces
exponerse y mostrarse vulnerable puede acabar con tu vida, ¿cierto? Es por eso que
ese poder debe quedarse en tus manos, para que seas tú y solo tú el que decida
cómo termina. Y ni siquiera así será suficiente, porque a veces el final no
satisface a todo el mundo.
No importa ya,
no volveré a cometer el mismo… ¿error? ¿Puedo llamar error a aquellos vínculos
que me dieron esperanza, alegría y una razón para seguir en determinado
momento? No, no es justo. Por eso escribo esto, para cuando sienta las fuerzas
faltarme, recordarme a mí mismo que esta fue mi decisión y que debo vivir con
ella y asumir las consecuencias.
Esta es mi cruz,
este es mi “don”. Este es ese “algo mejor” que me toca y si no lo es…pues me
corresponde a mí convertirlo en ello.
Hoy me miraré al
espejo, tratando de comprender un poco el dolor y el vacío del hombre que me
devolverá la mirada a través de él.
Luego, me sacaré
la máscara de chico normal “con tribulaciones, miedos, angustias, deseos de
año nuevo que espera cumplir y todas esas cosas”, me despojaré un poco de los
sentimientos, aunque esto me arranque la carne de los huesos. Y justo antes de
volver a interpretar el papel que me ha tocado en esta tragedia, pensaré en ti,
en ustedes, en nosotros, en todos. En los que ya no están, en los que
estuvieron y abandonaron el barco, en los que obligué, amable y no tan
amablemente, a bajarse. Supongo que el capitán siempre se hunde con su nave,
¿no?
“Sí de alguna
manera astral o del más allá puedes escucharme, te quiero. Sé que siempre lo
repito, pero nunca es tarde…quizás algún día nos podamos volver a encontrar”
Luego, seré él
otra vez.
El “héroe” que
eligió su camino solitario. El único responsable. Aquel que puede ser el malo
de la historia. Aquel que sigue buscando su final. Ese hombre que te cuidará y
pensará en ti mientras se apodera de los tejados ajenos, mientras le da la
espalda a la normalidad, a la felicidad y a cuanta esperanza haya podido
existir en un día como hoy, al que se le debe guardar respeto.
Sombra.