domingo, 13 de diciembre de 2015

Carta desde un dulce exilio autoimpuesto

A ver, vamos a hacer esto de la forma más sencilla posible, ya sabes, será como arrancar una de esas tiritas cubriendo una cicatriz. Suave e indoloro.

 

No sentirás más que un pequeño tirón y luego nada.


Solo que es una mentira, ¿verdad? Todo el mundo sabe que esas condenadas banditas duelen como los mil demonios al removerlas. Se adhieren cual mutación simbiótica a tu piel y se rehúsan a desprenderse. Exactamente cómo te ves tú cuando le ruegas que no se vaya, que no te deje y que no puedes vivir sin él.

 

¿Triste? A lo mejor un poco. Y eso que yo pensaba que tenías el suficiente sentido común como para darte cuenta en lo que te estabas metiendo. Pero parece que me equivoqué, tal como me equivoqué al pedirte el número, al llamarte sin haber dejado pasar siquiera 24 horas o al haberte invitado ese café que nos llevaría a la perdición.

 

Pero ya no importa. Nuestros caminos se desdibujaron hace un tiempo ya y creo que no podríamos estar más satisfechos, ¿no te lo parece? Tú por un lado, con tus cruces a cuestas, pero poniendo esa sonrisa de revista a cualquiera que se asome a preguntar “Oye, ¿cómo van las cosas entre ustedes?”. No te olvides del “Todo muy bien, quizás el próximo año sorprendamos con los planes de boda”, porque claro, esa sería la cereza de nuestra tarta.

 

Aquella que se nos quemó en la puerta del horno...

 

¿Yo? Yo muy bien, gracias por preguntar. ¿Qué? ¿No habías preguntado? No importa, ya sabes que soy un experto en hablar de temas que a nadie le interesan en momentos completamente inoportunos. Supongo que hay cosas que nunca cambian., por mucho que te alejes más de diez mil kilómetros de casa y atravieses más de 5 zonas horarias.

 

Está bien, no me quejo. Nunca lo he hecho y no voy a empezar ahora.

 

Aquí la vida es bastante tranquila. Todos parecen tener una fijación con el “¡Hola!”. Estoy seguro que la gente te caería bien. La mayoría me recuerda a ti con ese tono de amabilidad desinteresada y sonrisa franca. Ya sabes que a mí eso de sonreír nunca se me ha dado muy bien (culpa del dentista) y lo de ser amable me resulta muy difícil (culpa mía), por lo que me fue un poco chocante al principio, pero es algo a lo que terminas acostumbrándote. Lo quiera o no, me tengo que quedar aquí por un buen tiempo, así que más me vale acostumbrarme pronto.

 

¿Sabes que las cosas por aquí me recuerdan mucho a ti? Es curioso porque la gente parece tener un sentido del humor extraño. No entienden mucho las ironías ni el sarcasmo y como bien sabes, esas son mis dos únicas armas para defenderme de mi absoluta falta de gracia y carisma. No importa, aunque cuando tienes que explicar “la broma” más de 2 veces, esta pierde un poco el humor que se supone que tenía. Las caras que pone la gente me recuerdan mucho a tu expresión de desconcierto seguida del respectivo “No entiendo” que me soltabas, alzando una curiosa ceja desafiante.

 

A lo mejor nunca entendiste, pero te quedaste igual y eso es lo que importa, ¿cierto?

 

Debes pensar que te escribo para contarte todas las cosas que me recuerdan a ti aquí o para quejarme del rumbo que tomaron nuestras vidas pero no, la verdad es que solo lo hago como un desfogue pseudoliterario, cual Coelho desesperanzado que mata una y mil veces a Verónika. ¿Qué te puedo decir? Servía allá, sirve aquí también.

 

Vamos bien.

 

Incluso las relaciones sentimentales me recuerdan a ti. No las mías, eso desde luego. Pero las que veo por las calles. Se respira amor en todas partes, es por eso que a veces cargo la mascarilla en la mochila en la que llevo mis cosas. No vaya a ser que me termine intoxicando.

 

Mal chiste, ya lo sé, no tienes que levantar esa ceja, de veras que no.

 

En fin, aquí la gente parece ser tan joven y enamorarse con tal fuerza que los años pasan y no entiendo como personas de nuestra edad pueden estar inmersas en relaciones tan duraderas. ¿Aburrimiento? ¿Costumbre? Me cuesta pensar que se trate de amor pero eso es solo por mi propio desencanto con aquella fuerza. ¿Recuerdas esos chistes que hacíamos sobre gritarle a las parejas que terminarían odiándose mutuamente? Me dan ganas de hacer eso aquí, no lo negaré, pero hacerlo implicaría recordar que al final terminamos así tú y yo. “Been there, done that”, le llaman.

 

¿Qué si he conocido alguna mujer en este tiempo? Pues no voy a mentirte, ¿Cuándo lo he hecho, después de todo? La verdad he conocido alguna, pero o bien se subió en un vagón de tren distinto o entró a un salón de clases distinto. Es de esos amores fugaces que terminan apenas comienzan y que se extinguen con la misma fuerza que tus ganas de hablarme. “Crushes”, los llamarías, y no, no es que esté buscando en alguna persona lo que encontré en ti, que creo ya me olvidé que fue eso después de todo este tiempo. Solo me quedó la nostalgia de no haberte dicho que fuiste una de las mejores personas que se cruzó en mi vida y eso que por ahí no cruza nadie ni siquiera con paso peatonal, ese no poder contarte mis ganas y el querer ser barco para navegar entre la marea indómita que es el vaivén de tus caderas.

 

Pero aterrizando un poco más, pues sí. Conocí a alguien. No estoy seguro que ella me haya conocido porque ya sabes que me cuesta interactuar, intimar y conversar con la gente en general pero ya hablamos de otro tema y otro nivel de dificultad con las mujeres. Parece una buena persona, cosa que yo dejé de considerarme hace un buen tiempo. Aunque, ¿sabes? No creo que vaya a suceder nada. Ya sé lo que debes estar pensando, que siempre me doy por vencido antes de tiempo, que nunca me digno en arriesgar todas mis cartas, que debería “jugármela” sin miedo y cuánta frase motivacional pueda haberse inventado.

 

Dijo un gran hombre llamado Alfonso Ugarte alguna vez: “¡Me cago en todo!” y se arrojó al mar inmolándose con la bandera del Perú. ¿Qué? ¿No fue eso lo que dijo? ¿Ni siquiera se tiró al mar? ¡Maldición! Bueno, tú me entiendes. ¿De qué me sirve arriesgarlo todo si al final siempre voy a acabar con menos de lo que empecé? Además, ella tiene novio o “enamorado”, como lo llamarías allá en nuestro país. ¿Cruel? No lo creo. Hablamos de mí, así que ya nada me sorprende. He perdido esa capacidad para sorprenderme de forma auténtica por las cosas que suceden en mi cotidianeidad y, si bien eso me ahorra el tener que detenerme a contemplar la belleza de la vida, también me presupone andar por ahí en modo automático sin saber ni que decir ni que hacer. Y es por eso que me queda la escritura como una manera auténtica de no reprimirme y recordar sucesos que, de manera natural, me forzaría a olvidar.

 

Pero basta de mí, hablemos de ti. ¿Cómo has estado? Me contaron que vas a casarte el próximo año. Me alegro por ti y espero que seas feliz. ¿Irónico? No lo creo. A mi parecer te estás equivocando, te estás precipitando un poco. Digo, aquí hay mujeres que han tenido relaciones por más de 5 años y no las ves andando con un anillo en el dedo así que no me jodas, Beyoncé y anda a cantar a otro lado. Preguntarte si estás segura de lo que haces sería tonto pues no creo conocer persona más testaruda y empecinada en algo que tú. Aun así, esa es mi opinión y creo que dejó de importarte hace un buen tiempo ya, así que lo único que puedo hacer es alegrarme y desear que seas feliz. ¿Qué si todavía pienso en ti a pesar de todo? Bueno, estoy escribiendo esto, ¿verdad? Se me hace un poco injusto desentenderme de tu vida, habiéndote mirado tantas tardes a los ojos y dicho que te amaba, sería injusto darle la espalda a tu existencia solo porque ya no estés a mi lado. No te reprocho nada, no tendría motivos. Cada quien sabe lo que dio y no pudo dar.

 

Yo solo quería contarte un poco cómo va la vida por aquí. Es muy diferente a la vida de allá y, al mismo tiempo, tan parecida en las pequeñas cosas. ¿Recuerdas que una vez me dijiste que te gustaría conocer el Arco del Triunfo de París? Pues adivina, cual macabra jugarreta del destino, es ese mismo arco el que tengo que atravesar para ir a cumplir mi función como habitante de esta sociedad. Lo sé, no es el de Francia, pero al menos es un arco y es del triunfo, ¿verdad? No me preguntes cuál triunfo porque yo todavía no siento que haya triunfado ni en las carreras que corro solo. No me quejo, aunque si lo hiciera, este sería un buen momento para empezar. En fin, algún día te mandaré una foto. Será un desastre porque ya sabes que no soy para nada fotogénico (soy feo jaja equisdé) pero lo que cuenta es la intención, ¿no?

 

En fin, no quiero aburrirte, ya van a ser casi dos meses aquí y aún me siento como pez fuera del agua, pero está bien. Démosle un poco más de tiempo, total, no es que se me vaya a acabar, ¿cierto? Espero que pases una Navidad agradable y un Año nuevo decente (malditas fiestas materialistas) en compañía de tus seres queridos. Salúdame a tu madre, que siempre me acuerdo de ella con cariño. También a tu novio, que me enteré que siempre pregunta por mí.

 

Y lee, si es que tienes ganas de viajar en el tiempo o de dejar todo atrás y venir hasta aquí, las más de cien cartas que te escribí. Que sepas que mi caligrafía se arruinó y que la inspiración me abandonó desde entonces. ¿Por qué? ¡Yo que sé! A lo mejor tuvo que ver con el hecho de que te di tanto que al final me olvidé de guardar algo para mí o tal vez me esforcé demasiado en hacerte todo lo feliz que tú no me hiciste...¿Qué si tengo planes por estas fiestas? No, pero estoy esperando con mucha fe que salga algo y no tenga que ser el jodido hombre envuelto en su manta bebiendo una taza de chocolate caliente mientras ve la maratón de películas de “Home Alone” en Blu-Ray.

 

Desde aquí, y viajando a través del espacio-tiempo en esta carta, te confieso que me gustaría ser el tipo aquel que estampa un beso de medianoche en los labios de una dama y sonríe mientras la abraza y posa para todas las fotos. Feliz, condenadamente feliz, como si el mundo se pudiera terminar ahí mismo y no importara. Ese que mira al cielo sentado sobre un balcón, con esa persona especial apoyada sobre su hombro mientras le dice: “Oye, me gustaría pasar este y todos los años nuevos aquí, contigo a mi lado".

 

No me esperes despierta, cariño, que no voy a llegar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario