lunes, 21 de diciembre de 2015

Carta a un pendejo

Hola, ¿qué tal? Supongo que muy bien después de tu fin de semana. ¿Qué hoy es lunes? No importa, de alguna forma siempre encuentras el antídoto perfecto para vivir la realidad, ¿verdad? Si no, ¿qué otra razón habría para "admirarte" tanto? 
Aquí la vida sigue como la dejaste, sin nada fuera de lo común, ni que merezca la pena contar. Yo aún sigo siendo el que cuida las chaquetas en los asientos de aquellos que salen a bailar. Y, por supuesto, todavía sigo siendo aquel que demora más de 2 horas para animarse a invitar a una chica a bailar, solo para que ella no quiera hacerlo (conmigo, claro). Supongo que tú no tienes esos problemas, claro que no. ¿Recién la conociste? No importa ¿Tiene novio? Mientras no la acompañe, no hay problema ¿Quiere que la escuches? Bueno, ¡Vaya!... ¿te has fijado que tarde es? Ya deberías irte. Nada serio, todo sin ataduras ¿recuerdas?
Debo reconocerlo, hubo momentos en los que eras una especie de modelo retorcido que quería seguir, de esos que cobran vida propia. ¡Cómo olvidar esas noches frente al espejo en las que practicaba tus posturas, tus palabras, la ceja alzada y la mirada conquistadora y despreocupada! No existe ningún mañana, confórmate con disfrutar lo que tienes hoy. Parece fácil, debe serlo... ¿sino cómo es que te funciona de las mil maravillas? Vivimos en un mundo tan extraño y tan irónico que el malo es aquel que se queda parado en la barra del club, sentado con las carteras de 3 chicas a cuestas, mientras cuida el asiento de la pareja que tan solo un momento atrás se estaba comiendo la vida a besos. O aquel que no consigue el número de una chica en menos de 20 minutos. Porque esta vida se ha vuelta tan jodidamente desgraciada que cada día es como una partida de Ludo en el que faltando 2 cuadros para ganar, los dados nunca te darán un 2. 
Pero ya, no estoy aquí para contarte mis penurias. ¡Hombre, vamos! No puedes ni con los lamentos y quejas de tu conquista del sábado y vas a poder con las mías. ¿Recuerdas su nombre? ¿Recuerdas algo sobre ella? Quizás el color de sus ojos, perdidos entre las luces de una discoteca o entre la piel de tu cuello, mientras se aferra a ti deseando olvidar que este mundo está lleno de gente "mala", porque los buenos ni siquiera entramos en la categoría de “Gente”, ¿verdad? Apuesto a que tampoco recuerdas sus labios desesperados mientras buscaban robarte un poco de la vida que a ti debe sobrarte, después de todo, somos jóvenes y no tenemos que preocuparnos de nada, ¿cierto? 
Ya, dejemos esas tonterías sentimentalistas a un lado y vámonos a por la acción que en esta vida todo es relativo por supuesto. Si te encariñas, pierdes. ¿Acaso estás loco? ¿No te das cuenta que todo se acaba y que cuando te falte esa persona te va a doler? Mejor es vivir "fresh" y simplemente vivir el momento. No salir lastimado, porque eso es para la gente sensible, claro.
Me encanta tu filosofía, yo quiero ser como tú cuando sea grande...pero, ¡espera un momento! Yo ya soy "grande" y ¿sabes qué? No puedo, definitivamente no puedo ser tú. No está en mi carga genética. Créeme, hay veces en las que simplemente odio mi código moral, esa voz en mi cabeza que me impide seguir tus pasos, que me prohíbe ver las cosas de forma relativa. Esa imposibilidad de tener más de 3 conversaciones por Whatsapp con 3 chicas distintas al mismo tiempo y todo mientras converso con una más frente a frente. No me pidas que lo haga, no puedo. Porque soy de ese tipo de chico al que no le interesa que demoren más de 2 horas en responder un mensaje, siempre contestaré rápido. ¿Me hace eso un idiota indigno de tus conocimientos? Porque siempre seré el que escriba párrafos esperando un “OK” por respuesta. ¿Qué puedo hacer entonces, maestro? ¿Volver a nacer? ¿O me voy a la estación y espero un bus para irme a la mierda de una vez?
En el fondo, no somos tan diferentes tú y yo, porque ambos buscamos aferrarnos a algo que le dé sentido a nuestras vidas. Solo que tú eliges dejarlo ir mientras que yo, en cambio, ni siquiera llego a tenerlo por los 5 minutos que tú lo aprovechas. Está bien, después de todo alguna vez se dijo que los últimos serán los primeros. Pues entonces esperaré, paciente, detrás de ti.
Espero que alguna vez puedas darte cuenta de lo que te pierdes, de la curiosidad (o casualidad) de conocer a alguien que de alguna forma te redefine los límites de lo correcto, de aquello que quisieras compartir por el mayor tiempo posible, más que tus 10 minutos habituales, ese momento en el que sientes que tu centro cambia porque ya no está en ti, ya no te perteneces a ti mismo. Y te encuentras ahí, en una situación totalmente distinta, una que no conocías pero que no se siente tan mal. Esa de despertar y encontrarte sonriendo sin razón aparente, sin que la alarma te moleste por las mañanas. Una situación en la que el agua fría de la bañera ya no te congela, porque es el propio calor de un recuerdo el que abriga tus mejores intenciones para el día que comienza. Yo sé, y disculpa, si es que me pongo un poco poético. No puedo evitarlo, ¿te conté que así fui criado? Tal vez no, pero tampoco estoy aquí para hablarte mucho de mí.
Y ahora, ve. Que aquella de la esquina te está sonriendo. ¿Yo? Estaré bien, no te preocupes. Sigo vigilándote las espaldas, porque quizás alguna vez sean esos ojos los que se posen en mí y no en el remedo de persona que todavía eres.

O que todavía somos.

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