“Uno nunca olvida, simplemente deja de recordar”
Me dijiste estas palabras en
alguna de las tantas noches que compartíamos juntos. Tomabas mis manos entre
tus manos y me compartías la poca sabiduría que la vida te había dado en poco
más de treinta años de vida. Nunca te di las gracias, pero siempre te estaré
agradecido.
De aquellas noches silenciosas
han pasado años ya. Nada ha vuelto a ser lo mismo y, al mismo tiempo, se siente
como si nunca hubiera cambiado. Irónico, ¿verdad? La única herida que nunca
cicatriza es la de tu ausencia. Dicen que el tiempo se encarga de curar todas
las heridas, pero es mentira, yo lo sé.
Y es tal vez debido a que nunca he
dejado de recordarte, que mi vida continua siendo una espiral de momentos
confusos y trucos de magia que nadie entiende, como aquel tan famoso de
desaparecer de las vidas de los demás. Es debido a que te recuerdo cada uno de
los días de mi vida, que quizás, tan solo quizás, sigo buscando una redención
que sé de antemano que no llegará, sabiendo que lo que hago, no lo hago por una
intención altruista y bienaventurada, sino por igualar el marcador en el que
mis números aún están en rojo. Y seguirán en rojo durante un buen tiempo más.
Hoy estoy a una semana de
volverme un año más viejo, más adulto, más sabio o como quieras decirle. Es en
tiempos como este en el que pienso en ti y recuerdo esa sonrisa que nos
iluminaba un pequeño comedor y las ganas de seguir adelante. Recuerdo tus
palabras y recuerdo tus silencios. Porque estos últimos eran las ganas de vivir
que me faltaban. Pero ni siquiera mi memoria, ni mucho menos mi imaginación
puede llegar a configurarte en toda tu sabiduría, ni en toda tu belleza…porque
siempre fuiste hermosa, aunque en ese momento yo no lo haya sabido.
Por eso es que escribo esto.
Porque no puedo llegar a cumplir un año más de vida, sin recordar, sin rendirle
el debido homenaje a tu vida. Porque mi vida nunca hubiera sido lo que es
ahora, si no hubiéramos cruzado nuestros caminos. Porque Dios se acordó que
necesitaba un ángel pero me envió el cielo hecho persona.
Lo que vendrá, es tan solo mi
pequeño granito de arena en el desierto de lo que fueron todas nuestras
experiencias compartidas. Siempre te recuerdo, eres la única parte de mi pasado
a la que me aferro cuando el presente no es suficiente. Me dijiste una vez que
sea libre y que lo dejé ir, pero a ti, querida amiga mía, ni siquiera la más
férrea de las voluntades puede dejarte atrás.
Ahora estoy a unos días de
volverme más viejo, pero no más diablo. Si estuvieras aquí quizás habríamos
compartido una taza de cocoa con un pan con mermelada, de esas tan deliciosas
que preparabas porque “las de vaso son un asco” y porque “estamos en toda la
edad para desarrollarnos”. No puedo evitar homenajear nuestras vidas sin mirar
atrás, sin mirar a nuestro pasado, al mío pero no al tuyo, puesto que ese lo
enterraste tan profundo que ni siquiera tú sabías donde quedó. Y para hablar
del pasado, tendré que hacer un corte transversal a mi vida, de esos que solo
se hacen una vez, la justa y necesaria. De esos que te hacen decirte a ti
mismo: “Esto debió haber sido diferente”. De esos que causan que añores un
tiempo que no regresará pero que también, te ayuda a darte cuenta de que no
importa cuántas veces caigas, siempre puedes volverte a levantar.
Lima,
26 de agosto del 2015
Lindo. Felicitaciones!
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