El Final, Parte I: http://milagrodetuexistencia.blogspot.com/2014/10/el-final-parte-i_31.html
El Final, Parte II: http://milagrodetuexistencia.blogspot.com/2014/11/el-final-parte-ii.html
***************************************************************************************************
Un golpe sordo y luego silencio.
El Final, Parte II: http://milagrodetuexistencia.blogspot.com/2014/11/el-final-parte-ii.html
***************************************************************************************************
Un golpe sordo y luego silencio.
En un primer instante, habría
jurado que estaba teniendo una experiencia extracorporal, como
cuando estás muerto y ves todo sucediendo igual que si fueras un espectador.
Pero no, ese era yo, de alguna
manera, vivo y consciente.
Junto con aquellos primeros
destellos de conciencia, llegaron los de dolor. Al principio eran débiles, pero
luego se hicieron más punzantes. Estaba completamente seguro de que tenía rotas
por los menos 2 costillas. Además, sentía una quemazón en el gemelo de mi pierna
derecha, lo que me hacía pensar que tenía una bala ahí o, por lo menos, una me
había pasado muy de cerca.
Por otra parte, sentía un líquido
caliente descender por mis brazos, que no pude identificar más que como sangre,
por lo que supuse que el haber atravesado la ventana cerrada me habría costado
varios cortes y raspones, sin mencionar que sentía uno que otro vidrio
incrustado en mi piel.
Claro, ahí estaba yo con mi
estúpida manía de contabilizar mis heridas solo para asegurarme de que todo
estuviese “en orden”.
Por un momento pensé que había
quedado ciego por los golpes, pero luego me di cuenta que habían cubierto mi
cabeza con una capucha, como si de por sí no fuera difícil ver a través de una
máscara.
Comencé a escuchar voces en el
momento en que mi cuerpo seguía siendo arrastrado hacia quien sabe dónde. Las
reconocí como las voces de los mismos hombres que habían estado persiguiéndome
tan solo un momento atrás.
¿En realidad había sido “un
momento”? Sentía como si hubiera transcurrido muchísimo tiempo desde que perdí
el conocimiento. Sin embargo, elegí confiar en mi intuición.
Traté de extraer un poco de
lógica dentro de todo lo que había sucedido hasta ese punto, pero nada parecía
tener sentido. ¿Tipos disparando? ¿Yo saltando por una ventana? ¿Yo?
¿Hablábamos del mismo hombre que se sentaba a planificar hasta el más pequeño
detalle con tal de reducir el número de bajas al mínimo?
Ni siquiera entendía cómo es que
seguía con vida. La altura de la que había caído era de unos quince
o veinte metros. Si a eso le sumábamos la paliza que había recibido por parte
de los sujetos que me llevaban a Dios sabe dónde, pues mis resultados no eran
muy alentadores.
Aun así, ahí estaba. Vivo y buscando
lógica, como si eso fuera a salvarme de la situación.
De repente, recordé un detalle
que trajo toda mi lógica abajo.
“-No sé cómo explicarlo – su voz sonaba un tanto confusa, como quien
quiere decir algo y no encuentra las palabras correctas – Es como si cuando
prometes algo, tuvieses que cumplirlo. Como si las fuerzas salieran de esa
misma promesa. Que el hecho de haberlo prometido, te da la fortaleza necesaria
para cumplirlo
La miré, incrédulo. Entendía lo que me decía, pero no entendía como
alguien de nuestra edad todavía creyera en ese tipo de cosas.
-Eso no tiene sentido. Esas cosas solo pasan en las películas. Estamos
en la vida real, y aquí, la gente sale lastimada. Las cosas malas suceden – con
cada frase el tono de mi voz se hacía más duro, como si quisiera obligarla a despertar
de un sueño profundo – Eso no es más que un cuento.
Eso último sonó como una puñalada certera. Luego solo hubo un
apabullante silencio. Ella me miró con semblante triste, luego se volteó y
escondió la cara entre sus manos.
No fue hasta varios segundos después que caí en la cuenta que estaba
llorando.
En ese momento, me sentí como el peor monstruo existente en el planeta
-¿Estás llorando? – La pregunta fue más obvia de lo que parecía pero ni
así conseguí respuesta – Oye,…lo siento, ¿sí? No fue mi intención. De veras,
perdón…”
Fue ahí cuando comprendí como es
que seguía con vida. No era porque mi cuerpo fuera una masa resistente a cuanto
dolor pudiera existir, ni porque tuviera un ángel guardián que recién esa noche
se hubiera acordado de mí. Todo tenía que ver con una promesa.
Una promesa que me había
mantenido con vida.
En ese instante, el sonido de una
voz oscuramente familiar me sacó de todos mis pensamientos.
-¡Bueno, bueno! Ya iba siendo
hora, ¿no? – Dijo con un tono burlón que reconocí al instante – Pensé que nunca
llegarían con mi invitado, señores.
-Este huevón se ha corrido hasta
por donde no hay salida, compadre – se quejó uno de los tipos que me había
llevado hasta ahí – Si no era porque se tiró por una ventana, no lo chapábamos.
-¿Qué? – El tono de voz de Jorge
dejaba entrever un asombro completamente verídico.
-Se tiró el huevón – el otro tipo
trataba de darle mayor magnitud a sus palabras, como para resaltar lo que yo
había hecho – Saltó y se fue de cabeza al piso, ¡bien loco, ah!
De repente y de un tirón,
removieron la capucha que tenía en la cabeza. La luz no me incomodó tanto como
imaginaba que lo haría. Era una bombilla de luz tenue que amenazaba con
extinguirse a la menor señal de pánico.
A través de mi máscara, sentí sus
ojos clavados en los míos. Negros, imperturbables. Entonces, soltó una risotada
histérica, de esas que me hacían dar cuenta, cada vez más, de que del amigo a
quien tanto había querido en otros tiempos, solo quedaba el loco psicópata que
tenía frente a mí.
Un halo de sabiduría pareció
iluminarlo, como si hubiese terminado de unir todas las piezas del
rompecabezas.
-Entonces, te dejaron solo,
¿verdad? – Soltó una risita y prosiguió – El gran golpe del año y solo un tipo
para hacerlo realidad, ¡que patético! Creí que tú, en todo tu esplendor de
planificador, habrías supuesto un mayor reto, “hermano”
Puso especial énfasis en esta
última palabra, conocedor de la ira que se desataba en mí cuando me llamaba de
esa forma. Lo habíamos sido, es verdad. Habíamos sido hermanos hace mucho
tiempo. No de sangre, pero sí unidos por un vínculo mucho más fuerte.
Un vínculo letal, que terminó de
la única manera en que ese tipo de vínculos terminan…con una muerte.
Observó, interesado, que había
causado en mí lo que esperaba y, ante mi silencio, continuó con su discurso.
-Ahora, esto que me cuentan. ¿En
verdad estabas tan desesperado para saltar por una ventana? ¡Vamos! Sabes que
este tipo de pendejadas solo las haces cuando tienes algo nublándote la cabeza –
Otro atisbo de sabiduría cruzó su mirada - ¿No has hecho esto por Valeria,
cierto?
Mientras hablaba, yo había
aprovechado en examinar el lugar donde me encontraba. Nada que pudiera
reconocer. Parecía un viejo depósito, había cajas apiladas en una esquina, pero
tan llenas de polvo como si nadie las hubiera movido en un buen tiempo. La
pintura en las paredes se encontraba desgastada y el olor a humedad era tan
fuerte que me atosigaba los pulmones.
Una carcajada ensordecedora me
hizo volver a la realidad.
-¡Han visto que tonto puedo ser! –
Dijo, dirigiéndose a los tipos que me agarraban por ambos brazos y a los que
estaban a un lado – Ya me lo temía, pero no había podido confirmarlo – volvió a
reír, con esa risa que a ratos se me hacía demasiado tenebrosa – Nuestro amigo
nos ha tenido todo este tiempo engañados, pensando que aún vive y se desvive
por su amor adolescente, cuando está claro que ya hay alguien que ocupa sus
pensamientos, ¿no?
Este último cuestionamiento lo
dirigió directamente hacia mí. Consideré romper mi silencio pero la perspectiva
de poner en peligro a alguien que poco o nada tenía que ver con todo esto, me
atemorizó.
Sin embargo, mi mutismo empezaba
a desesperarlo.
-Bueno, veo que no quieres
contarnos nada, ¡Qué falta de confianza! Pensé que estábamos entre amigos, ¿no?
– Sonrió – No pasa nada, supongo que ya tendré tiempo para conocerme con la nueva
cuñada – su sonrisa se tornó maliciosa – Los amigos de mi amigo también son
amigos míos
En ese momento, no me resistí
más.
-¡Cállate! – El poco oxígeno que
me quedaba se fue con mi exclamación, por lo que tuve que inhalar una gran
bocanada de aire para proseguir – Nadie más va a pagar el precio de que tú
estés loco, ¿me entiendes? ¡Nadie!
-Suenas bastante convencido,
hermano. Solo que me pregunto ¿tú y cuántos más piensan pararme? Te recuerdo
que eres tú el que está aquí ahora, casi a punto de encontrarse con mi madre.
Agregó esto último solo porque
sabía que me dolería más que cualquier otra cosa. Delia había muerto ya hacía
casi siete años antes, pero no había una sola noche que no me responsabilizase
a mí mismo por eso.
Y él también lo hacía, por
supuesto. A su retorcida y sádica manera, me culpaba por la muerte de su madre
y se había propuesto hacer del resto de mi vida, un infierno en la tierra.
“Esto solo va a terminarse de una forma: O me matas tú, o te mato yo.
Pero a mí se me hace tan divertido nuestro juego que sé que no lo haré. Y
conozco tu estúpida moral, por lo que sé que esto se ha convertido en un baile
de nunca acabar”
Y sin embargo, aquí estábamos, a
unos minutos del final.
-Ella siempre pensó que eras
diferente, que eras mejor que yo, ¿sabes? – una nota de sombría tristeza cruzó
por su voz cuando se refirió a Delia – Siempre me decía que tú y yo íbamos a
salir de este agujero juntos y seríamos unos buenos hombres en el futuro…y
míranos ahora.
-Tú eres quien ha tomado su
decisión, Jorge. Nadie la tomó por ti – no reconocí mi propia voz, sonaba
apagada, cansada – Yo no he vivido la mejor de las vidas, pero así, he tratado
de compensarlo. He hecho todo lo posible.
-¿Aún piensas que tus sentimientos nobles te van
a salvar el pellejo? – me preguntó burlonamente para luego soltar una
estrepitosa risotada
Solo atiné a levantar la cabeza
para no atorarme en mi propia sangre, que sentía que estaba empezando a
llenarme los pulmones, y clavé en él la mirada más profunda de la que fui capaz
dentro del conocimiento que empezaba a perder.
Me devolvió una mirada serena, de
quien se sabe victorioso. De quien sabe que ha terminado con un pendiente de
diez años atrás.
En ese momento, no sentí miedo.
Me inundó una paz que fue más fuerte que el dolor de mis extremidades
lastimadas, más fuerte que la desesperanza con la que había encarado aquella
noche. Más potente que la fuerza con la que mi cuerpo había atravesado una
ventana cerrada y caído al vacío tan solo un momento atrás. Por un instante,
pensé que había recuperado toda la fortaleza física, sin embargo me di cuenta
que solo era un estado espiritual cuando intenté liberarme de los brazos que me
aprisionaban y ni siquiera pude mover un músculo.
Alcé la mirada nuevamente y vi
sus ojos curiosos posados sobre el despojo que me quedaba por cuerpo. Me
examinaba atentamente, como queriendo averiguar las razones de porque no había
podido romper mi espíritu tal y como había hecho con mi vida.
Se dio la vuelta lentamente, y de
espaldas a mí, pronunció una sola frase
-Mátenlo…maten a Sombra.
Un escalofrío me recorrió toda la
columna.
-¿Así es cómo quieres que
termine? – le pregunté
-Así es como debe terminar,
hermano – ahora era su voz la que sonaba cansada, volteó de nuevo y se acercó a
mí – Tú y yo nunca fuimos tan diferentes y lo sabes. Ni siquiera ahora lo
somos. Pero hay algo que siempre trataste de negar y es que nosotros no somos
buenas personas. ¿No estás cansado de vivir pretendiendo ser alguien quien no
eres? ¿Ocultándote tras una máscara?
En ese instante, arrancó la
máscara de mi rostro y la lanzó hacia la pila de cajas.
-Mírate, mira dónde has
terminado. Si los buenos sentimientos, si las buenas personas ganasen algo,
serías tú el que esté en mi posición ahora y yo en la tuya – Parecía haber
recobrado la cordura de antaño cuando los techos de las casas de desconocidos
eran nuestro lugar ideal para conversar sobre nuestras tribulaciones
adolescentes - ¿En verdad crees que porque una mujer te dijo cosas bonitas
sobre ti ya tienes esperanza? Tú y yo no tenemos esperanza, nunca la tuvimos.
-¿Aún si esa mujer era tu madre? –
pregunté.
Pareció dudarlo por unos
segundos.
-Sí y yo… - Quiso continuar, pero
un solo sonido rompió en mil pedazos aquel momento de sinceridad.
Una bala atravesó su frente de
lado a lado. Los tipos que permanecían expectantes a mis costados ni siquiera
atinaron a correr cuando una lluvia de balas cayó sobre el pequeño cuarto en el
que nos encontrábamos.
-Si él se va, tú te vas con él –
me dijo el más vulgar y me dio un golpe en la sien.
Lo último que recuerdo haber
pensado fue: “Rayos, creo que dejé una
luz prendida”
Luego todo se volvió oscuridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario