Hoy fue uno de esos días.
Aquellos en los que cuestiono hasta la médula de mi existencia, las raíces mismas de todo lo que me define y luego me pregunto cómo es que las cosas pueden parecer tan sencillas cuando en realidad nunca lo son.
Sigo llevando las cuentas, y mientras mis números siguen estando a mi favor, aun no siento que esté ganando algo.
Hoy se cumplieron 67 días. 67 días de constante tribulación y lucha contra mí mismo. 67 días de no escapar de la realidad o de entrar en ella. 67 días en los que una máscara no ha definido lo que soy capaz de hacer. 67 mañanas con sus noches en las que me he demostrado a diario que mi vida no se reduce a ser un títere del destino dentro de la tragicomedia que me ha tocado interpretar.
¿Por qué no se siente como lo correcto entonces?
No me malinterpreten, es definitivamente genial y asombroso vivir la vida de un tipo común y corriente de mi edad, divertirse, tener amigos, salir (mucho...demasiado, en realidad), conocer gente, experimentar sensaciones que solo dejaba a las películas en las que los chicos "populares" podían conseguir lo que querían. Por supuesto, es fantástico sentirse como esos personajes.
Sin embargo, esa no es mi vida, ni ese soy yo en realidad.
Hoy se cumplieron 67 días en los que alguien pudo haber necesitado de mí. 67 días en los que todas las barreras que le autoimpuse al pasado han luchado por tumbar mi fuerza de voluntad. 67 días en los que él me ha estado viendo desde un rincón de mi habitación, a través de esos ojos vacíos que solo mi mirada llenaba, preguntándome sin decir nada, cuestionándome.
¿No somos acaso mejores que esto?
Era tiempo de ser mejor de lo que alguna vez fui, sin embargo, no soporté la presión de la muerte, la decepción y la derrota. Viví mis peores pesadillas una vez más y solo huí, porque eso es lo único que podía hacer bien en aquel momento. Y 67 días después, todavía he podido hacerlo.
Porque es demasiado sencillo poner una máscara sobre tu rostro, esconder tus tribulaciones, tus miedos, la angustia que te carcome por saber si volverás a casa, tus sueños, tus sentimientos, renunciar a todo lo que te hace tú, para convertirte en todo lo que representa la sombra de lo que eres.
Y aun así, lo importante es saber aceptarlo.
Tuve mi bocado de lo que se siente ser normal, solo de lo que se siente porque quizás nunca termine de comprender la normalidad de por sí.
Porque pongo una máscara sobre mi rostro y me sumerjo en un mundo que no es el mío, mas tan solo prestado. En una vida que no me corresponde, pero que he sabido aceptar como la que, quizás, merezco. Y está bien, y se siente como lo correcto.
Aunque hayan 67 razones por las que no lo es, lo único que importa ahora es que la noche recién comienza. Y es que cuando pasas mucho tiempo en la oscuridad, tus ojos pierden la capacidad de reconocer la luz. Lo entiendo ahora, quizás el infierno no sea fuego y salitre, ni siquiera demonios.
Sin ángeles, sin demonios.
Solo Sombra.