Bien…no
había escrito en el blog hace muchísimo tiempo. Pero creo que es hora de
liberar un poco cuantas cosas necesite sacar del fondo de mí. Si bien no es
sencillo poner en orden tus ideas y plasmarlas en un documento de Word (olvidé
mencionar que no tengo internet así que luego subiré la copia de este texto).
Hoy
no quiero opinar sobre fotografía, escultura, pintura o alguna otra disciplina.
De hecho, hoy quiero opinar sobre otra clase de arte…uno que da vida, que da
fuerza y motivación, el arte de amar.
Y
para comenzar, hay algo que deben saber, queridos lectores… Discutí con mi
novia en nuestro aniversario.
Así
que si esperaban una apología al amor que mueve montañas, al amor que despierta
los más grandes y nobles ideales en la gente, o al amor que enfrenta todos los
obstáculos que puedan presentarse en su camino. No, hoy quiero hablar sobre una
clase de amor algo distinta…el amor que sienten las personas comunes y
corriente. Tú y yo. Ellos, ustedes y nosotros. Aceptémoslo, Hollywood nos ha
vendido un concepto de amor que en un tiempo fue deslumbrante, hermoso e
incluso, poético. Sin embargo, muchos de nosotros (yo incluido, por supuesto)
sabemos que esto no dura más de dos meses, tres a cuatro si es que se trata de
un par de románticos empedernidos. Pero, enfrentémoslo, no es para siempre lo
que se conoce como “la luna de miel”. Es ahí donde empieza lo que a mí me gusta
denominar como: El amor real
El
amor real es simple de entender, conoces a una persona, te enamoras de la
manera en que te sientes con él/ella, te enamoras de la forma en que te mira,
te enamoras de las cosas que te dice, ¡Incluso te enamoras de las cosas que NO
te dice! Te enamoras de las canciones que oyes cuando piensas en esa persona,
te enamoras de la forma en que camina, en que habla, en que estornuda, en que
sonríe y te mira con esos ojos que parecen contener las llaves del paraíso y es
genial, ¿verdad? Por supuesto que lo es…no me lo van a decir a mí, yo me he
sentido así con una sola persona en mi vida (Así es…sí estás leyendo esto,
hablo de ti, amor). El “problema”, y uso las comillas porque no es realmente un
problema sino más bien una circunstancia (¡maldición, Arjona!), viene cuando se
te acaban las razones para enamorarte de esa persona. Ya sabes quién es, ya
conoces la gran mayoría de sus virtudes y todos sus defectos, ya estás al tanto
de que no es perfecto(a) y que, probablemente, no podrá cumplir ni la mitad de
las promesas que te hizo mientras estaban abrazados, perdidos en la mirada el
uno del otro. ¿Significa eso que llegados a este punto, se acabó la magia? ¿Se
acabó el amor? Algo se terminó, es cierto…pero no fue el amor, a menos que no
haya sido amor, claro está. Yo diría que se terminó una etapa, un momento
compartido en la vida de ambas personas. Un capítulo llegó a su final, pero no
la historia completa. Sin embargo, debo reconocer que llegado este punto, la
historia se vuelve algo más caótica.
¿Les
ha sucedido? Ese momento en que las peleas se hacen más constantes y el sonido
de su risa parece ya no resolver las cosas, cuando ya no soportas las mismas
bromas que hace con sus amigos(as), cuando ciertas favores que hacías con una
sonrisa de oreja a oreja antes, ahora los consideras caprichos salidos del
rincón más tonto del egoísmo de tu pareja. Cambia un poco la percepción, es
cierto. ¿Es esto una señal de que todo ha comenzado a irse lentamente al diablo?
No,
es solo una señal de que estás descubriendo si esta persona puede ser,
potencialmente, la persona indicada para acompañarte por el resto de tu vida.
Ahora,
llegado a este punto…debo decir, queridos lectores, que esto es solo un
manifiesto de mis ideas personales, no espero que estén totalmente de acuerdo
con lo aquí escrito.
Seamos
honestos y reconozcamos que todos nos hemos puesto idiotas por, al menos, una
persona en nuestras vidas…hayamos tenido la edad que sea. Pero cuando esta
estupidez llega a su fin, ¿Qué sigue? Empiezas a darte cuenta que esa persona
es tan humana como cualquier otra, tan imperfecta como cualquier otra, que no
es el príncipe o la princesa que tanto esperaste en tus más íntimos sueños.
Esta
frase la oí en una película que ya he visto más de diez veces: 500 días con
ella (500 days of summer, en inglés). Dice más o menos así: Ella es mejor que
la chica de mis sueños, es real.
Así
es, queridos lectores. Les contaré un poco de mi experiencia propia, pero
realmente será un poco ya que si no me temo que nunca terminarán de leer esta
entrada. Ella, a quien por cuestiones de seguridad llamaré Clarisse, superó
conmigo esa barrera (creo ¿?) y ayer cumplimos un año y medio. Un maldito año y
medio, como lo llamé (Lo sé, no soy una genialidad con las palabras, a pesar de
ser comunicador) cargado de idas y venidas, de discusiones tormentosas,
caprichos, celos y dolores. Pero también llenos de esperanza, alegría,
fidelidad, y la bendición de descubrir que día a día elijes a ESA persona,
habiendo en el mundo más de 6 millones de personas. Un año y medio en el que
poco a poco descubrí las imperfecciones de una mujer, pero fue precisamente en
esas imperfecciones que descubrí un refugio para mi vanidad, mis temores y mi
orgullo. Confusiones, malestar, incomodidades fueron las que nos condujeron a
este punto…en el cual es difícil ver con claridad que pasos debemos dar. En
cuanto a mí, la más irónica de todas las ironías es que el preciso momento en
que estás seguro de querer hacer algo por quien más valoras y te importa, es el
justo instante en que la otra persona comienza a dudar. Debo confesarles,
queridos lectores este fiel servidor no tiene intenciones de renunciar ni de
darse por vencido todavía.
Cerrando
el tema del que hablaba…no seamos tontos, no dejemos ir a personas que
realmente nos importan y nos valoran porque no podemos renunciar a ciertas
actitudes, a nuestro orgullo o simplemente a tener la razón. La mejor forma de
ganar una discusión es perderla, mis amigos. Como leí alguna vez… ¿Por qué nos
aferramos a nuestro orgullo y nuestras razones, cuando podemos aferrarnos a
alguien que nos devolverá el abrazo, la persona que amamos?
Así
que, vuelvo a hacer hincapié en esto, NO SEAMOS TONTOS. La próxima vez que veas
a tu novio(a), que discutan, que peleen, que se celen, que se odien, que se
declaren la guerra, que se acaricien, que se besen, que se tiren cosas, que no
se hablen por días, que se extrañen, que se manden indirectas por Facebok o
Twitter piensen en esto: Este tonto(a) no es cualquier tonto(a), es MI tonto(a),
es la persona que YO escogí, es el amor de mi vida.
Cuídense
y estamos en contacto. Prometo no abandonar el blog por más de seis meses otra
vez, palabra de caballo.